La cuerda de Tito el Australiano.
Dar un paso sobre esa cuerda y hacer reír a la inocencia, dar otro para y darte un abrazo, otro para que la vida te sueñe y uno más para que aplaudas con amor y paz, ¡QUE BONITO!
Tito, vino a nuestra tierra, pero no dejo su corazón, también lo trajo dentro de su maleta corporal, a darlo, a brindar no simplemente un espectáculo lúdico, sino, un instante donde se pueda cambiar el mundo en un kínder, en una plaza de aldea o en la calle real. Por casi 8 días, pudimos ver no solo el artista, sino, un ser humano que camina con sueño digno y compartido en la gracia del pequeñín o el grandotote que desea vivir su segundo de infancia feliz.
Nuestra alegría fue su pago, su gesto de hermandad y solidaridad, lo llevamos en la cuerda del equilibrio que va luchando por ese sueño que gravita en las mentes de los que han vencido a tempranas horas la desilusión, de los que someten a que las flores no respiren un nuevo día.
Gracias Tito, por construir un alma más grande, una vocación de fe hacia la eterna palabra gregaria y consecuente con nuestras vidas en sociedad.