El 30 de octubre, el vecino de Rari, Rob Cartwright, se despidió de sus alumnos de circo en el Liceo de Colbun, rumbo a La Paz, Bolivia, a participar en el Festival de Teatro y Movimiento Vivo, organizado por la cia. Tabla Roja.
Ya de vuelta en la comuna, nos llega la siguiente nota sobre su presentación en Bolivia, escrita por la periodista Paola Murillo.
“Un ser que, quiso ser, pero nadie le permitió ser”, dice una de las líneas de Rob Cartwright, un ser, payaso, que viene de otro planeta, para poder ser un héroe y comprender — desde la propia piel, la empatía, la solidaridad y el amor— la confusión y los motivos por los que alguien decide ya no vivir.
¿Cómo poner en escena un tema como el suicidio sin caer en lo informativo-descriptivo, la “moraleja” o rebasar con lo discursivo el trabajo teatral y dramático? Con la dirección de Víctor Quiroga, Robert Cartwright lo hace trabajando desde su obra, hablando desde su propuesta escénica que se siente, se respira, se baila, se juega, se ríe, se conmueve y se reflexiona sola, sin explicación. Y es lo que “My Friend Tito Theatre Company” nos muestra en el Día 9 del “Festival de teatro y movimiento vivo” con la obra “Héroe” de “My Friend Tito”, al finalizar el mes de octubre.
Hacer de lo que podría verse como dificultad un juego, reinventarlo y presentarlo como propuesta teatral que aporte en la escena, se visibiliza en el trabajo de Cartwright —en el uso del castellano a nivel escrito y oral, por ejemplo—. Este juego se hace presente desde la primera escena, con la presentación de la imponente “suicide machine”. Podría resultar perturbador tratar de ofrecerla, pero el ejercicio se muestra tan natural, sencillo y hasta necesario, que desde el inicio de la obra se comprende la importancia de la misma dentro de la trama escenificada.
En seguida asistimos a más escenas —cada una claramente abierta para ser cerrada—y conocemos a Tito Sánchez; primero al adolescente boy scout y después al joven marino. En ambos el rechazo convierte a este personaje alegre y entusiasta, en alguien que por instantes nos muestra su tristeza, pero solapadamente. Después, Tito Sánchez se convierte en un puente, un cuerpo desde el que existe una re-conexión con lo materno—desde la memoria y la sabiduría, del humor y del juego —literalmente—, un reconfortarse y sostenerse del origen.
El suicidio en “Héroe” es hablar de una presencia ausente o una ausencia presente, una cosa amorfa, silenciosa, engañosa, y por lo mismo devastadora y pesada—. Algo etéreo que aterriza en un cuerpo impensado. Se habla de ella todo el tiempo, pero no se la hace manifiesta en escena. Y ésa es la propuesta estética y teatral: no hacerlo explícito. Es por eso que el efecto y la contundencia del hecho cobra luego, cuando ya sucede, mayor pesar, conmoción y reflexión en el espectador y le otorga fuerza dramática a la obra. La propuesta funciona también a través del contraste. Contrastar la vitalidad, la alegría y el entusiasmo —un Tito Sánchez que juega en escena todo el tiempo—, con pocos momentos de desilusión.
Así, dos elementos son clave en la puesta en escena de My Friend Tito: la destreza y el juego actoral de Cartwright, por un lado; y por otro, el aporte musical. En el primero, se hace innegable el sostenimiento y la predisposición del cuerpo y la voz del actor —el esfuerzo en la pronunciación, el nutrir cuidadosa, armoniosa y enérgicamente cada escena con un solo cuerpo, en un trabajo unipersonal que resuelve el texto y la puesta en escena con humor—.
El espacio no rebasó al actor, sino que el actor supo habitar el escenario y respirar—bailó y jugó— en él. Es por eso que el mudado de vestuario en escena no deslució la escena ni su teatralidad, porque hasta en esa acción había juego y baile.
De importancia no menor es el aporte en el acompañamiento musical. El ritmo y la melodía de las canciones le confieren a cada escena fluidez y agilidad en los momentos dramáticos donde deben existir.
Finalmente, la presencia de Rob Cartwright, que sucede de manera simple y sorpresiva en escena, trata de cerrar la historia de Tito Sánchez. Esta presencia extraña —de un clown— queda acaso separada de la secuencialidad y propuesta ya planteada. Sin embargo, se comprende que esa extrañeza es la buscada en la escena y en la historia. En ese sentido, tal vez la llegada de este “ser” en el acto, que da nombre a toda la obra, podría pensarse con otro efecto y énfasis desde su llegada. De lo contrario la presencia podría resultar lineal y literal, y tal vez despojaría el carácter lúdico previo. Podría entenderse así.
También podría pensarse que este personaje, a través de la generosidad, amor, comprensión, ternura y autenticidad del clown, aparece en escena precisamente por estas cualidades como “héroe”, un héroe de una humanidad que a veces ya no disfruta de la vida o del instante, ni goza con cada respirar —como lo hace precisamente un legítimo payaso—. Esta última es la “versión” o significación sobre la presencia de Cartwright que más apoyo. Ésta, donde se hace presente la pasión por la vitalidad, la alegría, la sanación al “estilo clown”, es lo que se necesita para “curar” los fracasos, reírnos de nosotros mismos y tomar la vida con humor.
Paola Murillo